Durante la lucha por la Revolución Mexicana, grupos de bandoleros y ladrones aprovecharon la inestabilidad con la intención de apoderarse de bienes y dinero en Huajuapan, relató el Cronista Municipal Santiago Barragán Zamora.
Madero entró triunfante a la Ciudad de México el 7 de junio de 1911 y luego fue elegido presidente de la República Mexicana. En 1913, Victoriano Huerta, a quien Madero le había confiado que se encargara del ejército, lo traicionó y dispuso que fuera asesinado, narró.
Tan lamentable y cobarde acto, relató, se dio el 22 de febrero de 1913 en un lugar de la penitenciaria en donde actualmente es entrada al Archivo General de la Nacional.
Ese tiempo de inestabilidad lo aprovecharon grupos de bandoleros y ladrones que asolaron Huajuapan, con la intención de apoderarse de bienes y dinero. El ocho de noviembre de 1913 unos forajidos bien armados que no eran zapatistas, pero se hacían pasar por ellos, se dispusieron a asaltar la población.
Reseñó que el relato de lo acontecido ese día los escribió Rodolfo Solana Carrión, al que se le otorga certeza porque se lo dictó de viva voz su hermano Félix Solana Carrión, quien estuvo presente defendiendo Huajuapan en la refriega.
“El ocho de noviembre de 1913, al salir hacia Acatlán de Osorio el capitán Braulio Barroso, queda en Huajuapan el Teniente Joaquín Ruiz Cortés al frente de un reducido contingente de Federales. Clareaba la montaña cuando la Guardia del Palacio Municipal, integrada en su mayor parte por vecinos, sintió el tronar de una caballada que irrumpía en el zócalo de Huajuapan con jinetes que, al grito de “Viva Zapata”, disparaban”, versa este testimonio citó el cronista.
Disparando hacia el Palacio estos forajidos pretendían apoderarse de este sitio. Otro grupo entró al atrio del templo con idénticas intenciones, pero la rápida acción del Sacristán Luis Reyes Chávez, que logró cerrar el portón de la sacristía, evitó que se introdujeran para subir por la torre a los altos de la iglesia.
El Sacristán que salía con el objeto de dar una llamada para la misa de seis tornó ese llamado en alarma y el vecindario, dándose oportuna cuenta del peligro, se aprestó a la defensa. Gonzalo Collado, Gerente del Banco Oriental, salió violentamente con sus ayunantes hacías las alturas.
También llegaron los hermanos Niño de Rivera, Ignacio Flores Tapia y su hijo Luis, así como Ramón Cisneros, José y Félix Solana, Manuel y Pedro Cruz Mora y otros muchos que, sin medir el peligro, apostándose en las puertas y ventanas, corrieron hacia sitios adecuados para cooperar en la defensa que se imponía.
Manuel Díaz Piña y Mucio Acevedo, como Jefe Político y Presidente Municipal, se hicieron presentes; y José Lito Legaría, con prontitud, sacó el cañón “El Niño”, tesoro histórico de 1812, y lo puso en movimiento; y con sus disparos lanzó piedras, causando pánico entre los asaltantes que, mandados por Jesús Capistran, Mucio Bravo e Isidro Vargas, mantuvieron el ataque durante las ocho horas.
Los huajuapeños, al terminar la contingencia, lamentaron la perdida de cuatro hombres y muchos más heridos, contándose dentro de estos al mismo jefe Díaz Piña. Haciendo gala de su maestría como diestro trompetista, el músico Leopoldo Díaz no dejó de tocar ¡fuego! Y al abandonar la acción los asaltantes, interpretó la ¡Diana! de rigor. ¡Huajuapan una vez más salió indómita!, concluye el relato, indicó el cronista.
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